Este libro es la antítesis de lo que concebimos como una compilación de cuentos para niños. Desde la portada podemos advertir que se trata de un juego que invita al lector, en primera instancia, a comprar este ejemplar por una módica suma. Una oportunidad increíble. Si a este fabuloso precio le sumamos un narrador extraviado e imprudente y una gallina roja insistente, que interrumpe en la mitad de los cuentos, obtenemos unas versiones muy particulares de historias escritas originalmente por Perrault, Andersen y los hermanos Grimm, donde, por ejemplo, Caperucita cambia su capa por unos pantalones rojos que la hacen más veloz que el lobo. Así, el libro se constituye como un cadáver exquisito lleno de frases graciosas y de reinterpretaciones de algunos relatos clásicos.
Juan, el irreverente narrador, se ríe de los componentes tradicionales del libro (el índice que se cae, la dedicatoria invertida, la página del título que sale al revés, personajes que se rebelan...) y de la manera de contar cuentos, saltando literalmente de una página a otra y arrastrando consigo personajes que gozan de libre albedrío y reinventan las historias como mejor les parece (resulta emblemático el Gigante que va construyendo su propio cuento a partir de recortes de otros).